El submarino llamado Uruguay, durante quince años comenzó una inmersión a velocidad constante. Se le comunicaba desde la superficie que debían estabilizar la nave porque si seguían descendiendo corrían riesgo de colapso estructural. El Comandante decía que estábamos bien, pero finalmente, llegó la orden de asignar al Oficial Ejecutivo como nuevo comandante justo antes de perder definitivamente toda comunicación con la base.
La Ilusión del Rumbo
El nuevo Comandante aseguró haber estabilizado la nave y que habían comenzado la emersión. Durante los primeros años de esos siguientes cinco años, la tripulación se sintió feliz porque había un rumbo. Sin embargo, cada día los ruidos y crujidos del casco, suponían una realidad que no cuadraba, parecían indicar lo contrario.
La Amarga Confirmación
Ya al borde del pánico, la tripulación escuchaba al ex comandante, que decía saber cómo. La tripulación vuelve a reestablecer al sustituido comandante que ahora, nuevamente con el control, reestablece y ajusta el instrumental. El diagnóstico fue atónito: se confirmó que durante esos cinco años no solo no se había emergido un solo metro, sino que el descenso había continuado a velocidad constante.
El Momento Actual
La tripulación, atónita. El Comandante dice: «Estamos mal, pero con los ajustes que hicimos vamos saliendo a flote.»
En ese momento, explotan dos remaches vitales del casco.