Cuando los homenajeados los elije El Pueblo
Nuestra ciudad es testigo de la historia, la cultura y las figuras destacadas que la han moldeado a lo largo de los años.
Sin embargo, recientemente hemos presenciado situaciones que han dejado un sabor agridulce en nuestra comunidad.
Adjudicaciones de logros como propios cuando fueron colectivos, o la reciente “inauguración” del busto de Joaquín Lenzina, un monumento que ya había sido inaugurado hace décadas en nuestra ciudad, han generado malestar en la comunidad.
Por tal motivo es importante crecer desde el aprendizaje que esta situación nos dejó, y nos sirva a todas las comunidades para que en situaciones similares por lo menos lo contemplemos.
No hablamos de mala intención, claro que no, no en el tema de la “inauguración”, tampoco en su remoción, pero tal vez a futuro, deberíamos reflexionar sobre la importancia de preservar el máximo respeto hacia la figura homenajeada, como también de quienes en su momento fueron artífices de que eso sucediera, máxime, si muchas de esas personas ya no están físicamente entre nosotros.
Cuando en cualquier época, en una comunidad se erige un monumento, se busca rendir homenaje a una figura histórica que ha dejado una huella significativa en nuestra cultura. Estos monumentos trascienden el tiempo y se convierten en puntos de referencia que nos conectan con nuestro pasado y nos inspiran a seguir adelante.
La inauguración de un monumento es una celebración de unidad, un lazo que une a generaciones pasadas con las presentes.
Sin embargo, el tener que realojarlo por una causa valida, no exime del reconocimiento honroso que se debe tener con sus predecesores.
Ningún Pueblo puede construir su identidad si no atesoramos esas cuestiones, tampoco podría pasar que dentro de 10, 15, o 20 años, la piqueta fatal del progreso nos obligue un nuevo cambio, y con él, queden en el olvido las memorias de, por ejemplo, las tantas personas que hablaron de emoción en el acto solemne de la reinauguración o inauguración del busto de Ansina.
Al realizar cambios en la ubicación o la reinauguración de un monumento o lo que sea, debemos ser conscientes que estamos alterando un vínculo intergeneracional.
Cada generación tiene el deber de preservar la memoria de aquellos que nos precedieron.
Muchas personas que fueron participantes emocionados en la inauguración original ya no están entre nosotros, pero su presencia sigue latente en la memoria colectiva, tal vez la simple mención de ese hecho era suficiente y adecuado con la ética y con nuestra historia.
El quitar un monumento de su lugar original es triste y muy complicado, generalmente se hace con pocos miramientos, lo que sí, un acto solemne de reinauguración, era el momento sublime para la composición de los hechos.
Compartimos parte de nuestra historia
Es nuestra responsabilidad honrar su recuerdo y preservar el legado que nos han dejado.