Hace 73 años, el 16 de julio de 1950, se llevó a cabo el partido final del Mundial de Fútbol en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro, Brasil.
La selección de Uruguay, considerada como la gran sorpresa del torneo, se enfrentó a la favorita Brasil en un encuentro que pasaría a la historia como el “Maracanazo”.
Con una multitud de más de 200,000 espectadores apoyando al equipo local, Brasil tomó la delantera en el minuto 47 gracias a un gol de Friaça. Parecía que el destino estaba sellado y que el título ya tenía dueño. Sin embargo, Uruguay tenía otros planes.
Con un espíritu indomable y liderados por el capitán Obdulio Varela, los uruguayos remontaron el marcador. Juan Alberto Schiaffino igualó el partido en el minuto 66 y, a falta de once minutos para el final, Alcides Ghiggia anotó el gol que silenció al Maracaná y selló la victoria para Uruguay.
El silbato final desató la euforia en las calles de Montevideo y en todo el país. Uruguay, un país con poco más de dos millones de habitantes, se consagraba como campeón del mundo.
El Maracanazo dejó una huella imborrable en la historia del fútbol y se convirtió en un símbolo de la capacidad del deporte para trascender fronteras y superar obstáculos.
Hoy, 73 años después, recordamos con orgullo aquella gesta heroica. El Maracanazo sigue siendo un ejemplo de coraje, pasión y determinación. Uruguay, con su fútbol valiente y su espíritu luchador, se elevó por encima de las expectativas y dejó una marca imborrable en la memoria colectiva. ¡Viva la gloria celeste del Maracanazo!