“ANÉCDOTA SAUCEÑA»
Me despierta en una estupenda mañana de verano un enérgico grito: “¡HOY PESCADO FRESCO EN EL SAUCE!” Ufff… ya sabía que tocaba ir a la esquina del BPS a comprar bifes de merluza. Caminando hasta el camión ambulante, ya detonado en los 80, me detengo a ver un grupito de estudiantes haciendo bromas y diciendo: “¡Pa’ el sábado, de bote a bote!”
Leían muy descontracturados un extenso pizarrón ubicado en la plaza frente al Bar El Toto. Por ahí, a lo lejos y en la esquina del bar ALCA, se divisaba uno igual. Me disponía a cruzar la plaza, relojeando para no pisar el pasto y no tener que hacer 100 metros libre con Velocito comiéndome los talones.
Al llegar a la esquina, sale del interior de la farmacia PUIG un párroco que me dice: “¿Pibe, no sabés quién atiende acá?” “¡Ah, sí! ¡Golpeá las manos y gritá fuerte: RAÚL! En una de esas tenés suerte”.
El revuelo en el pueblo
Pero algo pasaba en el pueblo. Algo había que todos paraban a leer el pizarrón y salían rápido a:
- Tienda Artigas
- Jacinto Martínez
- El Obrero
- Alian
- Baby Tudisco
Compraban Los Pingui, Lee, Topsy, Gamo y Pampero. Se vendían los pantalones Fanton, Robert Lewis y Corcel. Ni hablar de los nevados… ¡Con nevados eras una especie de One Direction!
Pocho Torres llenaba su carrito con los clásicos panchos gigantes, se agotaba la gomina Éxito, el talco Polyana, los ruleros y el jabón de olor. Todos se abastecían, las peluquerías no tenían horario… y ese movimiento lo provocaba UN PIZARRÓN.
El Baile del Coco
Claro, había “BAILE DEL COCO”: maratón de orquestas. ¡Y venía CASINO con Marihel y todo!
El BBC explotaba. A las 22:00, el pueblo era Atlántida un sábado de enero. Ómnibus que ni hoy me explico de dónde salían, nombres que eran imposibles de recordar. Venían de tan lejos que tenían otro dialecto esos «otros canarios».
Arrancaba el baile y con él, la mixtura más increíble de olores que se pueda imaginar:
- Polyana
- Eno de Pravia
- Bao
- Bulldog
- Poet
- Humo de chorizo
El que andaba bien se compraba un PINO COLBERT, que era pinocha en alcohol. Claro, no faltaba el que después de un enérgico «dos y uno» sin querer dejaba asomar de su bolsillo trasero el peinetón amarillo y algún punto suelto de alguna costura.
Si ibas con campera, olvídate. Cuando salías de ropería ya eran las 03:30. Y si te quedabas hasta lo último, tenías que rogarle al chofer que aguantase la «bañadera». Por cierto, siempre dejaban algún ejemplar en el pueblo que no sabía ni él dónde carajos vivía. Era el mejor lugar para conocer la geografía de Canelones, hay parajes inimaginables. Eso sí, sabías que si enganchabas algo de uno de esos lugares era un “hasta nunca”… o hasta el próximo… BAILE DEL COCO.
Que me digan ahora si con WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, SMS, web, TV cable, etc., hacen el revuelo que hacía «EL PODER DEL COCO Y EL PIZARRÓN».